Carlos Fonseca: la fusión de la intelectualidad con la Revolución

En el 87 natalicio de Carlos Fonseca AmadorNacido para vencer

*** “¿Se podría lograr una alianza entre campesinos, obreros e intelectuales?”, preguntó el joven Carlos Fonseca al poeta Manolo Cuadra

Edelberto Matus

Según varias fuentes, especialmente su mejor biógrafo y amigo de infancia, el escritor y empresario radial fallecido hace más de tres años, Chuno Blandón -quien le dedicó a la investigación de su vida, obra y legado varios de sus libros (sobre todo “Carlos Fonseca y los intelectuales”), ya en su adolescencia el futuro fundador del FSLN, Carlos Fonseca Amador, demostró no sólo su extraordinaria inteligencia, su portentoso raciocinio y capacidad analítica y su inclinación a la lucha social, producto de su conciencia social proletaria, sino una consistente vocación intelectual que sería alimentada y patentizada a lo largo de su vida.

A través de un minucioso análisis de nuestra historia, el joven Carlos Fonseca logró encontrar en la lucha del general Sandino contra la intervención yanqui en Nicaragua, la fundamentación patriótica y antiimperialista que anclaría el Programa histórico del FSLN en nuestras raíces y lograría fundamentar en ellas la aplicación del Marxismo-leninismo adecuado a nuestra realidad socio-cultural.

Es decir que el Comandante Carlos desarrolló, por la necesidad histórica de encontrar una alternativa de lucha contra la dictadura somocista (que no fueran los fracasados intentos organizativos de la derecha anti-somocista de entonces), una enorme capacidad investigativa con notables resultados, propia de un talentoso historiador profesional. Sin embargo, para él esto no era suficiente.

Transitando sobre sus tempranas lecturas del Marxismo-leninismo, Carlos Fonseca llegó al materialismo filosófico, a la concepción materialista y dialéctica de la historia, comprendió la importancia de las doctrinas económicas, pero, sobre todo, la crucial importancia de la lucha de clases, presente en la sociedad capitalista.

Estas herramientas labraron su conciencia de clase, abrieron camino para entender la realidad nicaragüense y le dieron la certeza de la necesidad de construir acá, en el ombligo de América, una sociedad alternativa, con una educación no elitista y una cultura popular y diferente, para lo cual había que construir una organización revolucionaria que primero eliminara a la dictadura somocista.

En consecuencia, Carlos Fonseca, a través de este arduo camino revolucionario, tuvo que transformarse en historiador, filósofo, propagandista, ideólogo, paradigma y líder de un movimiento revolucionario que aún continúa sobre la ruta que él dejó trazada.

Según sus amigos y biógrafos, Carlos Fonseca desde niño (aun con todas las limitaciones que impone la pobreza) se inclinó hacia la lectura no sólo de los textos escolares, sino de todo lo que caía entre sus inquietas manos y ávidos ojos.

Hoy en día es muy conocido que por su elevado coeficiente intelectual (según Chuno Blandón, “muy cercano a la de un genio”) y su enorme disciplina, cosechó reconocimientos por excelencia estudiantil y a muy temprana edad empezó a colaborar y luego a dirigir algunas revistas estudiantiles de contenido cultural y político (empezando con “Segovia”, aun cursando la secundaria y continuando en la universidad con “El Universitario”, ya más enfocado en objetivos políticos y de la lucha por la autonomía universitaria de la UNAN).

Escribe artículos para el periódico “El gran Diario”, del poeta y periodista anti- somocista Adán Selva y también colabora brevemente con el periódico del Partido Socialista, hasta llegar a escribir (a la par de su praxis política, organizativa y militar) varios libros y una gran cantidad de publicaciones que después de 1979 serían recopilados y publicados por el gobierno revolucionario sandinista en un par de tomos.

Teórico e ideólogo

En su faceta de teórico e ideólogo, el Comandante Carlos (partiendo de aquella tesis de graduación de bachiller que escribió bajo el título de “El Capital y el Trabajo”, hasta un 8 de octubre de 1976, en que puso el punto final a sus “Notas sobre la montaña”, en algún lugar entre Las Bayas y Cusulí) nos legó un gran número de importantísimos escritos políticos.

Sólo una selección de ellos, elaborada por el Instituto de Estudios del Sandinismo y publicada por la Editorial Nueva Nicaragua en 1981, en 338 páginas, dejó a las nuevas generaciones de revolucionarios un mar de sabiduría, preocupación y amor por el sandinismo y su lucha, contenido en nueve trabajos extensos o libros, cinco proclamas y mensajes, una declaración en interrogatorio policial y cinco entrevistas, artículos y crónicas. Esto sin contar el enorme volumen de escritos capturados por la GN, dispersos o extraviados para siempre en los avatares de la lucha.

Carlos, como lo hizo nuestra mayor referencia cultural, Rubén Darío, se construye intelectualmente a sí mismo, alimenta permanentemente una voracidad in crescendo de saber, de conocer, inclusive (como aquél) se enclaustra en bibliotecas en busca de respuestas y a la par va construyendo un entorno social aunque austero, minuciosamente escogido, de hombres y mujeres del conocimiento y las artes (recordemos, por ejemplo, que muy joven participó en el círculo literario “Nuevos horizontes “ fundado por la primera poetisa nicaragüense, María Teresa Sánchez) que aportan a su formación intelectual y humanística, sin perder de vista y trabajar incansablemente por el objetivo de su vida: La Revolución.

Como hombre de letras, llegó a tener en vida gran reconocimiento y alguna relación en distintos momentos con prominentes intelectuales nacionales de izquierda y derecha indistintamente (entre ellos Angelita y Ricardo Morales Avilés, Pablo Antonio Cuadra, José Coronel Urtecho, Lisandro Chávez Alfaro, Edelberto Torres Espinosa, Fernando Gordillo, Mariano Fiallos Gil, GRN, Manuel Díaz y Sotelo, Edwin Castro Rodríguez, Juan Aburto, María Teresa Sánchez, Mario Cajina Vega, Guillermo Rothschuh Tablada, Conchita Palacios, Chuno Blandón, Ernesto Cardenal, Julio Valle-Castillo, Manolo Cuadra y muchos otros) y con intelectuales extranjeros de la talla de Roque Dalton, Carlos Luis Fallas, Jean- Paul Sartre (quien intercedió ante las autoridades ticas por la no-extradición del comandante Carlos Fonseca hacia Nicaragua a través de una carta que fue igualmente firmada por trece premios Nobel de la época) y otros.

Tengamos en cuenta que estamos hablando de un hombre que se “movía” entre la clandestinidad, la guerrilla y era hecho frecuentemente prisionero y no en salones, clubes ni la vida pública. Estas relaciones fueron construidas por el comandante Carlos no por veleidades o figuración, sino que, siguiendo siempre los objetivos de la lucha contra la tiranía somocista, sin embargo, como dice el poeta Iván Uriarte:

“Carlos Fonseca propició, desde los límites que la clandestinidad le impuso, no sólo el cambio político de Nicaragua, sino que también el rumbo nuevo a nuestras letras. Su encuentro con los dos poetas más importantes de su tiempo (Pablo Antonio Cuadra y José Coronel Urtecho) lo demuestran plenamente. Coronel, desde la noche que fue interpelado directamente por Carlos Fonseca cambió el rumbo de su poesía, tal como lo demuestra la novedad de sus textos…Y Pablo Antonio Cuadra… (Cambió) tanto su pensamiento cotidiano que expresaba desde sus Escritos a Máquina, como su poesía sensibilizada profundamente, y de algún modo lo hicieron ahondar en el mundo indígena y lograr una visión amplia y humanamente social del nicaragüense mismo.”

Enorme veta revolucionaria

Uriarte hace también una observación muy importante y que revela la enorme influencia transformadora que el Comandante Carlos ejerció sobre otros que más tarde jugarían un rol descollante en la historia del FSLN y Nicaragua, pues “… a su vez Carlos ya había dejado tras de sí una estela de poetas e intelectuales nuevos desde Marcos Altamirano y el mismo Chuno Blandón en Matagalpa hasta los poetas guerrilleros Ricardo Morales y Leonel Rugama”.

El Comandante Fonseca encuentra y explota una enorme veta revolucionaria en el incipiente movimiento estudiantil universitario de León, que se transforma, gracias a su trabajo incesante y su propio ejemplo (luego de su participación combativa en el Chaparral) en la más importante cantera de cuadros y colaboradores del FSLN. La UNAN de León, a finales de la década del 50 y principios de los 60, bullía en una gran efervescencia revolucionaria, alimentada por los ecos del triunfo de la Revolución cubana y los levantamientos armados contra la dictadura somocista de la época.

Cientos de jóvenes provenientes de todo el país y de todos los estratos sociales buscaban (a la par de su formación profesional formal) dar curso a sus inquietudes intelectuales, artísticas y rebeldes anti-sistémicas. La creación del FER (y más tarde del CEUCA en Managua) sobre todo, “la toma” por el sandinismo de esas organizaciones estudiantiles, fueron el mayor logro organizacional del joven FSLN, encabezado por su máximo dirigente, quien no escatimó esfuerzos para encauzar ese enorme borbollón y potencial revolucionario.

Debidamente matriculado en la Universidad, su esfuerzo principal nunca estuvo en la formalidad de conseguir un título universitario, sino de guiar a muchos jóvenes, maestros y ciudadanos a las filas del sandinismo militante y combatiente; pronto también se destaca entre la comunidad educativa como estudiante, orador, intelectual y líder, donde cohabita e influye en jóvenes estudiantes que más tarde llegarán a destacarse en las letras y las ciencias como por ejemplo los médicos e intelectuales Manolo Morales y Joaquín Solís Piura y el filósofo Alejandro Serrano Caldera. Sin embargo, a la par de todo eso, el trabajo del Comandante Carlos dirigido a la organización de la base guerrillera y clandestina nunca cesó.

Los exilios del Comandante Carlos nunca fueron “remansos de ocio”, muy por el contrario, fueron importantísimos periodos de preparación guerrillera, organización partidaria interna, calibración de las tácticas y estrategias de lucha, planificación de los golpes venideros al régimen somocista, reclutamiento de nuevos militantes para la causa, búsqueda de recursos y elaboración de los documentos más trascendentales del sandinismo. También estos períodos de alejamiento forzado del principal teatro de la lucha del FSLN, sirvieron para el enriquecimiento y aporte intelectual de un hombre incansable.

Está documentada su colaboración con la elaboración de la mayor obra histórico- biográfica sobre el Príncipe de las Letras Castellanas, escrita por el profesor Edelberto Torres Espinosa (“La dramática vida de Rubén Darío”) que es la primera obra histórico-biográfica que alumbra diáfanamente desde la perspectiva del compromiso social, patriótico y antiimperialista al máximo genio de las letras castellanas.

Es importante señalar que esas investigaciones bibliográficas de Carlos Fonseca sobre la vida y obra de Darío hechas en Costa Rica, según reconocería más tarde, también influyeron en él mismo. “…Don Edelberto me hizo conocer a un Darío diferente, el de la oda a Roosevelt”, diría después el propio Comandante. De igual manera en los largos años de exilio en Cuba, la revista cultural Casa de las Américas le publicó algunos artículos sobre asuntos varios, tratados con erudición y amenidad.

La grandeza del líder y ser humano

Así mismo, fue importante su trabajo como crítico de escritos y obras de cuadros sandinistas comprometidos con el estudio de la historia, la realidad nacional, la coyuntura política, asuntos internos del sandinismo (éticos, partidarios, tácticos y estratégicos) y sobre todo la necesaria temática teórica- revolucionaria, principalmente los trabajos de investigación social, sobre el General Sandino y el Sandinismo de Jaime Wheelock, Humberto Ortega (ambos entonces miembros de un grupo de estudios formado en Cuba y presidido por el Comandante Carlos y actualmente fuera del FSLN), Angelita Morales Avilés y otros.

El periodista William Grigsby Vado decía en uno de sus programas radiales que podemos leer y releer la obra escrita del Comandante Carlos Fonseca y siempre encontraremos cosas nuevas, hallazgos que nos dan una idea de su grandeza como revolucionario, líder, ser humano y hombre de su tiempo. Nada más exacto, pues la biografía de este enorme Héroe Nacional entraña aspectos que abarcan los asuntos, preocupaciones y luchas más importantes de la época que le tocó vivir y que hoy marcan nuestra historia y devenir. Veamos alguno de ellos:

El conocimiento de nuestras raíces culturales, el rescate de nuestra historia y cultura, especialmente la literatura (prosa y poesía) de manos de las élites conservadoras para entregársela al pueblo (entendiendo que la cultura es una de las principales herramientas ideológicas que puede ser usada indistintamente como arma de dominación o de liberalización), propósito que toma cuerpo en la recuperación -como gesta libertaria- del General Sandino, la jornada patriótica de San Jacinto, sus jefes y soldados del pueblo; de los poetas y héroes Rigoberto López Pérez y Edwin Castro Rodríguez, además de Ausberto Narváez, Cornelio Silva y otros compañeros ligados al plan y ejecución del ajusticiamiento del tirano.

También la divulgación de la obra y posición política de nuestra máxima gloria cultural, Rubén Darío, la lucha por la Autonomía universitaria; la organización del estudiantado alrededor de los intereses del pueblo; el acercamiento con la intelectualidad burguesa y pequeño burguesa para atraerla hacia posiciones políticas progresistas, la influencia dirigida a formar cuadros políticos anti-somocistas y anti-sistémicos dentro de la juventud…Como decimos popularmente: !qué bárbaro! ¿De dónde sacó el Comandante en Jefe el tiempo y la fuerza para hacer tanto en tan poco tiempo de vida?

Guiados por el certero y exigente criterio del Secretario General (el comandante Fonseca), aun siendo pocos y todos llenos de tareas prácticas y misiones necesarias para la consolidación del FSLN, guerrilleros como Silvio Mayorga, José Benito Escobar, Tomas Borge, Oscar Turcios, Julio Buitrago, Angelita Morales, Pedro Arauz, Juan José Quezada, Ricardo Morales, Bayardo Arce, Leonel Espinoza, Charlotte Baltodano y otros de sólida formación marxista-leninista (como el Comandante Eduardo Contreras que traduce para una editorial mexicana los tomos de “El Capital “de Carlos Marx, directamente del alemán al español) escriben y publican -clandestina o abiertamente- un importante número de documentos y obras que dan cumplimiento a los objetivos arriba mencionados.

No olvidemos que hasta llegar a mediados de los años 70, cuando culmina el proceso de discusión y se hace realidad la división interna en tendencias, muchos cuadros del Frente Sandinista, como parte de su compromiso con la lucha y aprovechando sus talentos individuales para la investigación y escritura, produjeron una cantidad considerable de documentos y libros de importancia capital para la consolidación del conocimiento crítico y profundo (además de la propaganda del movimiento hacia afuera) del basamento ideológico y político del Frente Sandinista.

La literatura (la poesía en mayor medida) comprometida con la lucha del pueblo, floreció en medio de esa coyuntura de riesgos y persecuciones. Como dice Chuno Blandón, que ha creído oportuno recordar esta faceta tan importante de Carlos, no sólo como poeta, estudioso de las escuelas literarias y miembro de círculos afines, sino como un firme creyente de que los intelectuales, por su mayor nivel cultural, tomarían conciencia del importante papel que les tocaría jugar en la lucha por la liberación nacional y la consecución de una sociedad más justa.

Ciclo virtuoso de la cultura

“El surgimiento de jóvenes poetas como Francisco Buitrago Castillo y Jesús López Zeledón, caídos en la montaña, Leonel Rugama, Rosario Murillo, David Macfield, Francisco de Asís Fernández y otros tantos que fueron sumándose en la década del 70 [entre ellos una generación de jóvenes poetas chontaleños sandinistas encabezados por el mártir de la Revolución, Ahmed Campos], le fue dando la razón al líder guerrillero…”

Este ciclo virtuoso de la cultura y la Revolución daría paso a la aparición de importantísimos movimientos literarios y artísticos como el Grupo Ventana en León (en contraposición al Movimiento de Vanguardia iniciado en Granada, que proclamaba el arte burgués y elitista), liderado por Fernando Gordillo; el Grupo Praxis en Managua (quizá el más importante movimiento pictórico anti-oligárquico de Centroamérica, que influyó en casi todas las manifestaciones intelectuales y artísticas del país) y por supuesto, la conformación del Grupo Gradas, creado y dirigido en 1974 por la joven poetisa Rosario Murillo (con la participación de otros poetas, entre ellos Raúl Orozco, Ciro Molina y Guillermo Menocal; pintores como Genaro Lugo, Efrén Medina y otros, sin faltar la música y el canto), que según el escritor Carlos Midence:

“…se convertirá en el movimiento de resistencia cultural de mayor relevancia en el FSLN…” y donde, según se lee en una de sus proclamas, “…se reunirán todos los intelectuales nicaragüenses conscientes de su responsabilidad como factores de cambio de la sociedad y dispuestos a asumir una patria digna…”.

El triunfo de la Revolución Popular Sandinista traería el florecimiento y patrocinio por parte del gobierno sandinista (aun en medio de la guerra impuesta por los yanquis) de un amplio, profundo y valioso renacer del arte y las letras nicaragüenses de contenido verdaderamente inclusivo, democrático y revolucionario.

La poesía, la narrativa, las artes plásticas, el teatro, la música, la danza y todas las manifestaciones folclóricas y de profunda raigambre popular, se fundieron con las corrientes del arte clásico y contemporáneo internacional. Nunca en la historia de Nicaragua se publicaron y distribuyeron entre la población tantas obras sobre arte y literatura nacional y universal, sobre la historia de nuestro país y de la lucha por la libertad desde una óptica popular y revolucionaria.

Y ahora que la Revolución ha reanudado su marcha, dirigida por el Comandante Daniel Ortega y la compañera Rosario Murillo, el arte, las letras, la música y las ciencias resurgen para pintar, cantar y alumbrar el camino del progreso del pueblo nicaragüense, quien es su verdadero manantial y razón de ser.

Todo esto, siempre influenciado por el sueño y el trabajo de Carlos Fonseca, un intelectual revolucionario sui-generis, cuyo andar poético público lo dejó grabado en un sencillo y bello poema “de inspiración vanguardista”, dedicado al más humilde de los muebles de la choza campesina o de la cocina de la casona de antaño del patrón, que implícitamente nos recuerda la contradicción de la pobreza y la opulencia, que sólo se resuelve mediante la lucha revolucionaria y que el Comandante Tomás Borge (su amigo de infancia, compañero de lucha y uno de los mejores poetas sandinistas) nos transcribe:

16 Versos del molendero

Animal de madera zopilote raro sin alas cuadrúpedo sin canto de zopilote con el lomo chato terroso terrestre Tres veces al día baño de los platos, cementerio temporal de los platos rotos comedor ocasional de los gatos No te pareces a tu papá carpintero los ricos con sobras te alimentan los pobres sin sobras te hacen ayunar.

Es imposible no citar en este artículo las palabras (también impresas en el libro del escritor Chuno Blandón, “Carlos Fonseca y los intelectuales”) del poeta y maestro Guillermo Rothschuh Tablada, mentor del joven Carlos Fonseca en el Instituto “Miguel Ramírez Goyena” de Managua:

“En el Ramírez Goyena sus tareas fundamentales fueron: organizar la biblioteca que aún no existía. Organizó un fichero sistematizado, catalogando hasta a los más pequeños detalles, pues las decisiones de Carlos eran lentas, prolongadas, pero seguras…Carlos en esencia era un estudioso, un incansable lector, un devorador de libros, fichador de secretos, polilla de testimonios, ratón de biblioteca…poco a poco lo conocí mejor. ¡Era fantástico!”

El poeta y maestro chontaleño, impactado positivamente por aquél muchacho miope y flaco que gustaba de leer “El Manifiesto comunista”, “El Origen de la propiedad privada, la familia y el Estado” o “Viñas de la Ira” y “El Canto General” con la misma pasión y provecho y que ya hombre entregó su vida a los sueños libertarios del pueblo nicaragüense, dedicó al héroe varios poemas. He aquí uno de ellos:

Todos más uno

Si en el centro de la Plaza Pública Le hacen un monumento a Carlos Ni metales ni mármoles pongan Cinco millones de pies pónganle encima Y verán cómo se levanta y anda.

Se me olvidaba citar que cuando el joven Carlos Fonseca se presentó ante el director del Instituto “Ramírez Goyena” con “una revista literaria editada por él y un rollo de poemas…” de su propia inspiración y su “valijita de madera”, únicamente exclamó: “Soy poeta…”.

 

Nota: Como es obvio, parte del material de este artículo está basado en el magnífico libro (que recomiendo leerlo a los compañeros que no lo hayan hecho) “ Carlos Fonseca y los intelectuales”, del escritor y biógrafo del Comandante, Jesús “Chuno” Blandón.

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