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Religión

Cinco torturas practicadas por la Santa Inquisición

Grabado fechado en 1807, en el que se representa de manera posterior e imaginaria la forma como, 
durante la Santa Inquisición en España, se llevaban a cabo los juicios contra los herejes.

Grabado fechado en 1807, en el que se representa de manera posterior e imaginaria la forma como, durante la Santa Inquisición en España, se llevaban a cabo los juicios contra los herejes.

Foto:istock

Causaban dolores agónicos que llevaban a las víctimas a confesar lo que sus verdugos querían.

La Santa Inquisición tenía el carácter de tribunal de la Iglesia Católica y su objetivo era preservar al Estado contra los enemigos de la fe. Fue creada en el 1184 mediante una bula del papa Lucio III para combatir la herejía del pueblo cátaro o albigense, en el sur de Francia.
No obstante, adquirió gran preponderancia en España, primero en el reino de Aragón (1249), luego se extendió a Castilla entre el 1478 y el 1834 (época durante la que se conoció como inquisición española) y a todos los territorios bajo su dominio, incluidos los del continente americano. Posteriormente se extendió a Portugal y Roma.
La Inquisición es tristemente célebre por la crueldad de sus castigos y torturas contra seres humanos (e incluso animales), a los que señalaba de tener pacto con el diablo, de brujería y de homosexualidad.
Una vez se recibían múltiples denuncias contra un señalado, y se identificaban indicios consistentes con delitos que concernían a este tribunal, se daba inicio a una investigación durante la que, incluso, se incautaban los bienes del acusado para cubrir los costos judiciales y su manutención durante un proceso que podía durar años.
Para asegurar la confesión de los delitos que eran atribuidos a los acusados, la Inquisición recurría a tormentos sumamente crueles, como los siguientes:
El potro: se ubicaba al reo sobre una mesa; sus piernas eran atadas y fijadas a ella; sus brazos eran amarrados a dos cuerdas que iban siendo enrolladas dando vueltas a ruedas de las estaban sujetas; el objetivo era estirar progresivamente las extremidades para causar dolor insufrible a la víctima, obligándola a confesar o a decir lo que sus torturadores exigían. A veces se llegaba hasta el desmembramiento y muerte de los acusados.
El tormento del agua: se acostaba a la víctima en una mesa sobre la cual se ataban sus manos y pies; se tapaban sus fosas nasales y se introducía una pieza de metal en la boca para impedir que la cerrara. Hecho esto, se vertía agua en la boca, provocando una sensación de ahogamiento que llegaba causar el desmayo de la víctima. Los acusados morían por la distensión o rotura del estómago.
La garrucha: se ataban las manos del preso detrás de su espalda, que luego era alzado varios metros, tirando de sus muñecas mediante un sistema de poleas. Una vez en alto, se le dejaba caer y se le detenía antes de golpear el suelo. Todo el peso del cuerpo se sustentaba en los brazos, algo que resulta muy doloroso, pues generalmente causaba desgarros y dislocaciones.
Aplasta pulgares: se trataba de un instrumento metálico dentro del que se introducían los dedos de las manos y los pies del acusado. Sobre cada uno había tornillos que se iban girando hasta destrozarlos por completo. El dolor que causaba era insufrible.
La pera: este instrumento de tortura, con forma de pera, se introducía en la boca, la vagina o el ano de la víctima (con forme al delito que se atribuía); una vez en el interior se abría mediante un tornillo, y dado que sus paredes exteriores tenían púas, desgarraban la cavidad afectada, causando mutilaciones y hemorragias, que por lo general llevaban a la muerte.

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